Los colores de Glacies

Desde su gélida e inquebrantable morada, la diosa del invierno paseaba melancólica entre las columnas cristalinas, que de tan altas que eran, se perdían entre el cielo. Su propósito era devolver la luz a Glacies, aquel territorio dominado por el mal desde el inicio de los tiempos. 

Antes de apuntar con la flecha, tensó bien el arco, perfectamente ensortijado con ámbar y piedras preciosas. Después, disparó lo que serían los colores que tiñen los amaneceres y atardeceres concatenados. Nunca nadie le dio tanto fuego a una ciudad tan fría y oscura. 

El último atardecer de un otoño más, perdido y olvidado en el tiempo, abrió pasó al primer día del invierno. Amaneció entre nubarrones, bruma y el humo niebla de la ciudad contaminada. 

Los rayos crepusculares fluyeron tímidamente a través del cielo, y uno a uno fueron atravesando a cada uno de sus habitantes, eso sí, lo hicieron con mucha delicadeza. Entonces, aquellos seres grises comprendieron que habían sido engañados y sometidos. Ahora ya podían ser los pintores del lienzo de sus vidas. De ellos dependían las tonalidades de su despertar y el ocaso de sus días. 

Los colores grises y azules del invierno bien podían tornarse en los turquesa y verde esmeralda de la primavera, los marrones y anaranjados del otoño o los amarillos y dorados del verano. Dejarían atrás la tristeza, desesperación, frustración, enojo y todas las emociones negativas que atrapaban sus almas. ¡Por fin, eran libres!

MICRORRELATO FINALISTA en IX Concurso Literario de cuento breve "El color del invierno" de CREATIVIDAD LITERARIA, el 21 de enero del 2024


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