Tinta cálida de la aurora

Cuando el primer rayo de luz del amanecer se colaba tímido por la ventana, ya había nacido un nuevo personaje. Las páginas en blanco,  se convertían en un bullicioso desfile de personajes. Hoy era un pirata temerario, mañana un astuto detective, y pronto, una bruja gruñona. Cada historia era una lucha feroz entre la chispa creativa que lo encendía y la duda que lo devoraba. El aire fresco del alba le susurraba las palabras precisas. Dejaba de mordisquear el bolígrafo y se entregaba a su relato.

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